martes, 30 de agosto de 2011

Mal sueño

Me cuesta conciliar el sueño y me despierto demasiadas veces durante la noche. No sé si atribuirlo a la inminencia de septiembre o a lo que ando leyendo: un libro de viajes por el infierno confeccionado a partir de diarios de un puñado de viajeros. Algunos son o serán escritores. Todos, por un tiempo, serán blogueros de la época.



Frente a Paolo Monelli, cazador de montaña del ejército italiano, se encuentra el cadáver de un oficial del cuerpo sanitario austríaco que se pudre a escasa distancia de su trinchera. Un compañero de Monelli se ha hecho con la cartera del enemigo muerto y han podido ver las fotografías personales que contenía. Monelli se dirige al cadáver:

¿De qué te sirve a ti el haber contemplado el mundo con tanta avidez, el haber sostenido el cuerpo joven de ella en tus brazos, el haber partido a la guerra como si fuera una vocación? ¿Tal vez hasta a ti te embriagó la elevada misión y tu posición en la vanguardia y la idea de que tal vez tu destino fuera el sacrificio? Muerto, ¿por quién? Los vivos que tanta prisa tienen, los vivos que se han acostumbrado a la guerra como quien se acostumbra a un ritmo de vida ajetreado, los vivos que no creen que ellos vayan a tener que morir, esos ya no se acuerdan de ti. Es como si tu muerte no solo hubiese dado por terminado tu vida, sino que también la hubiese anulado. Por un tiempo, muy poco, aún permanecerás en la lista del furriel como el patético objeto de un discurso necrológico, pero tú, el hombre, ya no existes, y es como si nunca hubieses existido. Lo que está allí abajo no es más que carbono y sulfito de hidrógeno, tapado por los harapos de un uniforme; a eso es a lo que llamamos muertos.

Michel Corday escucha conversaciones callejeras en París.

Por las calles se oyen los pequeños proyectos que planifica la gente. A menudo dicen “cuando acabe la guerra, yo...” en el mismo tono tranquilo en el que dicen “después de ducharme, yo...” Clasifican este devastador acontecimiento mundial bajo la misma categoría que las catástrofes naturales. Sin sospechar por un momento que ellos mismos podrían ponerle fin, que la parasitaria pervivencia de la guerra se fundamenta en su consentimiento.

Extractos de dos de los 227 fragmentos en que se divide un libro que puede afectar al sueño.