domingo, 13 de abril de 2014

Ciclos

A veces, ingenuamente, me rebelo. Me digo que no hay razón para acomodarse al ciclo, que a ver por qué el viernes me ha de gustar siempre y el domingo, nunca. Inútil protesta. Estoy irremediablemente sometido a ciclos de toda ralea, sean astronómicos, biológicos, profesionales, escolares, vacacionales, diarios, semanales, mensuales, anuales o lo que sea. Un carrusel del que suelo quererme bajar y me es imposible porque siempre está en marcha. Es quedarse en él o matarse, o casi.

Luego están los ciclos electorales y las campañas recurrentes. Regresan las elecciones al Parlamento Europeo y, como siempre y con la misma puntualidad de la convocatoria, me dispongo a apagar los noticiarios de la radio hasta que se celebren, ahorrándome la insufrible campaña y sus preliminares.

Manifestar mi hastío es también aburridamente cíclico.

En el disfrute de la música, sin embargo, no observo ciclos, no hasta ahora, solo el paulatino descubrimiento de lo que para mi supina ignorancia musical son novedades. 

Ya puestos a hablar de unión europea y de melancolía, no se me ocurre nada mejor.


miércoles, 15 de enero de 2014

Escucha compulsiva (2)

Solo la música me puede llevar a otro lugar sin moverme. Es la música de fondo la que me sobrecoge ante una historia. Sin ella, la misma historia es solo teatro: puede atraerme y sorprenderme pero no me disuelve, que es lo que deseo.



"Opening". "Glassworks" de Philip Glass (1982)

Minimalista y repetitivo. Ideal para los que somos obsesivos en busca de hipnóticos. 
Leer una buena historia sumergido en esta música la vuelve mejor historia. Los personajes pueden cobrar vida y el lector, desvanecerse. ´
Y eso es, sí, exactamente lo que deseo.

lunes, 6 de enero de 2014

Escucha compulsiva (1)

Me ocurre desde que la música es tan asombrosamente accesible: tropiezo con una pieza de modo casual, incluso rocambolesco, me cautiva, tal vez la oí antes o solo lo parece, puede que me haga recordar algo que sucedió o vi, o no y es simplemente placentera y tengo que escucharla de nuevo, otra vez, otra y otra y otra, y al día siguiente debo buscar el momento para escucharla de nuevo, y otra vez, y así algunos días, más bien pocos, hasta que se desvanece y prácticamente la olvido y no recuerdo su nombre, su autor o cómo llegué hasta ella. 



Come in! - Vladimir Martynov

Seguiré tropezando.