Leo el último artículo de Enrique Lynch, "La vida en serie" y me siento aludido. Quizá sea la peor sensación posible para analizar objetivamente nada: provoca respingos.
No
comprendo la extraordinaria singularidad que Lynch quiere atribuir a
las series de televisión a las que se refiere, que a mi entender no son
más que otro ejemplo, tecnológicamente actualizado, de la viejísima
tradición o necesidad humana de contar y escuchar cuentos. Cambiando un
par de palabras (productor o guionista por editor o escritor) Enrique
Lynch podría estar hablando en su artículo de literatura, no digamos de
cine. Se empeña en buscar parecidos con radiadas aventuras de Tarzán
(podría haberlo hecho con "La Saga de los Porretas",
que me cae más cerca), cuando en realidad lo que atribuye a las series
bien podría decirse de la lectura de “Guerra y Paz”, por ejemplo.
No parece el texto de un escritor y profesor de filosofía sino el de alguien que ve series de televisión con mala conciencia.
Y esta entrada no parece, sino es, un respingo de un tipo ocioso, aburrido y solitario.
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