viernes, 18 de noviembre de 2011

Cuaderno de campaña VII

No soy exactamente un cuáquero no teísta pero a veces me lo parece. Por eso no sé mentir sin que se me note. Desde hace tiempo observo que también le pasa a Mariano Rajoy. Puede parecer que ese rasgo incapacita a uno para ser abogado, o político, pero puedo asegurar que no. Si las cosas se ponen feas siempre queda el recurso al autoengaño para salir del paso. El procedimiento es sencillo: uno toma una pequeña parte de la realidad, profundiza en ella hasta llegar a un punto firme del hoyo y se concentra en abstraerse de todo lo demás durante el tiempo necesario. A pesar de los escrúpulos, con suficiente práctica uno termina siendo capaz de creerse cualquier cosa o de parecer que cree en ella. 

Algo así me sucede en estas elecciones. Creo que el domingo voy a mentir con mi voto y estoy seguro de que se notará. Por eso llevo varios días con una severa dieta de autoengaño. Concentro de tal modo mi atención en las palabras de los que me disgustan y hago de tal manera oídos sordos a los mensajes y actitudes de los más afines que casi estoy convencido de que votaré lo correcto, aunque tendré serias dudas si soy sincero conmigo mismo. 

La de vueltas que se puede llegar a dar a un irrelevante voto y todo únicamente por tratarse del propio.

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