viernes, 13 de enero de 2012

El trío de Managua (o Give Peace a Chance)

En ocasiones levanto la vista de los objetos que me entretienen y tropiezo en el telediario con la última versión de los mismos juegos. Por ejemplo: digerida la panzada que me di con Homeland, saboreada la última y brillante versión cinematográfica de “El Topo” ("Tinker, Tailor, Soldier, Spy") y superada satisfactoriamente con “El espía que surgió del frío” mi primera experiencia con el Kindle, informan que un científico del programa nuclear iraní fue despedazado por una bomba con varios remitentes. 

A veces, sin embargo, el mundo no reproduce mis juegos, me los reprocha.



¿Y qué haría yo sin mi venenosa PS3? ¿Qué sería de mí sin jugar al crimen, a resolverlo o a perpetrarlo con la excusa de la aventura?

Tan cierto es que el mundo no es un juego como que está como una puta cabra.

Daniel Ortega, Hugo Chavez y Ahmanideyad como siguiendo la estela de un cohete en la toma de posesión del primero. ¿Por qué será que los impresentables suelen ir de tres en tres?

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