viernes, 17 de diciembre de 2010

Visiones


El otro día tropecé con un libro que contenía una selección de artículos de Gregorio Marañón. Al abrirlo por azar di con una breve disertación sobre la naturaleza de la mujer, que el pensador consideraba necesariamente singular y diferente de la del hombre a partir del especial papel de aquélla en la reproducción. En un momento dado, de forma respetuosa y a un tiempo condescendiente, un joven Gregorio Marañón mostraba su discrepancia con la opinión expresada por Ramón y Cajal sobre que si la mujer fuera liberada de la tradicional carga procreadora y doméstica demostraría su verdadera capacidad intelectual y científica.

El grave error de Marañón me recordó un aspecto que cada vez me interesa más dentro del complejo concepto de inteligencia: la habilidad para predecir el futuro, de aventurar con el menor margen de error posible aquello que va a suceder. Opera en cualquier ámbito y en todos es importante, tanto cuando nos preguntamos sobre el futuro de nuestra familia como cuando es el de la sociedad o de la misma especie el futuro que anticipamos. No depende solo de disponer de mucha información, sino especialmente de contar con la capacidad para observar adecuadamente la información disponible, de interpretar correctamente el conocimiento. Y me pregunto cómo cultivarla, si es que es posible hacerlo.

Mi natural gusto por aprender (casi exclusivamente) de la experiencia -ese empirismo intuitivo que debe de estar en el origen de mi gusto por el pensamiento anglosajón- hace que mi curiosidad por esa rama de la inteligencia se concentre en las cualidades de los que sabemos que predijeron bien, los que atisbaron en mitad de la incertidumbre. Y aunque ni mucho menos es suficiente para definirlos, observo un rasgo que siempre está presente en ellos: ven mejor el sendero por el que transitaremos los que son conscientes de que siguen en camino y no han llegado, y nunca llegarán, ni ellos ni los que vendrán, a ningún destino definitivo. Y curiosamente acaban viendo mejor los que tienen más presente que pueden estar viendo mal.

Tomo nota. Y seguiré observando.

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