miércoles, 16 de marzo de 2011

De películas

La cliente es una anciana menuda. Me habla con orgullo de su tío, aquel conde que vendió las tierras a su padre y se fue a vivir a Madrid, a ver películas porque siempre fue bastante raro. Aunque listísimo. Estudió en no recuerdo qué colegio me dijo, uno religioso de Madrid. Me dice que decían que no había habido otro alumno como él, salvo Azaña. Pero no hizo otra cosa que ver películas.

Sonrío al pensar en el personaje. Nunca fui tan aplicado pero cómo le comprendo. Y me meto en el decisivo recurso. Veo claro el argumento pero no la forma de exponerlo con la necesaria claridad. Lo estoy enredando, lo sé, así que tendré que redactar párrafos sueltos como pinceladas, que ya luego los ensamblaré o los borraré, a saber. Mientras, escucho la música de la que ya no puedo prescindir cuando elaboro escritos. Es música de películas.





¡Miguel, que no oyes! ¡Te llama JJ!

Es verdad, no oigo. Solo películas. Como el señor conde, aproximadamente.

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