jueves, 20 de octubre de 2011

Cuaderno de campaña II

Sigo sosteniendo que el nacionalismo es un rumbo político equivocado. Hablo de rumbo porque nada permanece en el mismo sitio y no creo que haya métodos fiables para identificar lugares donde convenga quedarse quietos, de manera que probablemente debamos conformarnos con juzgar pasos o trayectorias, tratando de elegir los mejores. Insisto, el nacionalismo es uno de los peores, un viaje organizado en dirección contraria a la que sugieren la razón y la compasión.

El nacionalismo es una enfermedad política que engendra partidos enfermos y al mismo tiempo enferma a cualquiera que entra en contacto con él. Hay varias cepas que inciden sobre diferentes poblaciones de riesgo, tanto a derecha como a izquierda del arco. Nadie está a salvo. Lamento especialmente comprobar una vez más que cierta parte de la socialdemocracia está gravemente infectada por la variante periférica del nacionalismo, la misma que parece ser ya endémica en Cataluña. 

Urge una campaña de vacunación. 

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