viernes, 28 de octubre de 2011

Cuaderno de campaña IV

Cualquier grave crisis económica es una crisis política. En esas circunstancias el deterioro de los índices de confianza en las instituciones públicas es una lógica evidencia y, al menos en cuanto a algunas de ellas, está plenamente justificado. Lo llamativo es el significativo avance en la confianza que despiertan los medios de comunicación en estos difíciles tiempos de incertidumbre. 


Ando dudando: me sonrío o me sonrojo. Soy lo bastante adicto a los medios de comunicación para haber comprobado cómo, desde que guardo memoria y en términos generales, incurren sistemáticamente y sin rubor en los mismos graves defectos que no se cansan de denunciar en un tono cada vez más indignado. Creo que no me equivoco al apreciar un panorama periodístico tan mediocre y cantinero como el político, que deja como resultado una maltrecha, cuando no simplemente delirante, opinión pública. 

Las crisis refuerzan y agudizan un principio invariable: es tan fácil señalar los errores, siempre tan abundantes, como difícil es encontrar las sendas correctas, siempre tan pocas y tan ocultas. Y buena parte de los medios de comunicación no, no son un buen camino hacia ninguna parte que merezca la pena. 

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