viernes, 30 de marzo de 2012

Business & Law

Me insatisface tanto mi profesión que la denigro siempre que tengo ocasión. Pero debo reconocer que la retorcida mirada que los abogados acabamos adquiriendo a fuerza de práctica puede ser ocasionalmente útil. 

Como nos alimentamos de disputas y conflictos desarrollamos de modo natural buen olfato para seguir el rastro de problemas y anticiparlos o, lo que es casi lo mismo, para olisquear oportunidades de negocio. Al igual que los depredadores perciben los síntomas de debilidad de la presa más indefensa, los abogados solemos percatarnos antes que nadie de los errores del legislador bienintencionado, descubriendo la forma de eludir la norma -lo que concede valor a nuestro asesoramiento- o advirtiendo la fuente de conflictos -y de pleitos, ¡de negocio!- que se esconde detrás de cualquier disposición elaborada sin suficiente cuidado.

El Parlamento está lleno de abogados pero en el lugar equivocado. Si fuera un déspota los sacaría de los escaños -sobran soflamas de picapleitos-, pero contrataría a un selecto puñado de colmillo retorcido para que, con carácter preceptivo y previo a la aprobación de las leyes, informara sobre las oportunidades de negocio que lamentablemente éstas pudieran ofrecer, ya fuera en forma de lagunas que aprovechar o de litigios que promover por dudas interpretativas. Si además de déspota fuera inteligente, prestaría mucha atención a las observaciones de los mejores colegas para corregir la bendita norma antes de promulgarla.

Urge el control de calidad de las normas. Por el bien de todos, fundamentalmente, y el mal de unos pocos, de paso.

martes, 27 de marzo de 2012

Miedo y otras percepciones

Ahora que caigo percibí mucho miedo el pasado fin de semana.

Como el que súbitamente el sábado por la tarde convirtió al sindicalismo beligerante a los amigos que habría situado en la derecha la mañana de ese mismo día. Un lógico miedo que en buena medida explica los resultados electorales en Andalucía y se alimenta de la desacostumbrada  incertidumbre del momento. Hoy el suelo se mueve bajo los pies incluso del que se creía más firme y el miedo se transmite vertiginosamente sobre una población en la que cada vez son menos los que no temen caerse.

Otras realidades también pudieron percibirse en Asturias, de donde soy por pura casualidad, que es el modo en que soy la mayoría de las cosas que me definen. Allí Cascos, su partido y sus piruetas nos recuerdan, por si cometemos la tontería de olvidarlo, que la parte más nutrida de la derecha patria (13/23, aproximadamente) está como una regadera, mientras la estampa del candidato socialista, un perfecto candidato de finales de los setenta, deja percibir lo anticuado de un partido que parece más conservador que progresista.

Miedo, y cada vez más, ante un escenario que se deteriora sin que se vea erigir uno nuevo. 
Somos seres naturalmente asustadizos. Es un error olvidarlo.

domingo, 18 de marzo de 2012

Estampas de Karachi, a la altura de Colmenar Viejo

El irracional sentimiento religioso no es despreciable, pero en una sociedad abierta, libre y democrática no es más valioso, o no debiera serlo, que la convicción ideológica o el gusto artístico, por ejemplo. Unos y otros están sometidos a la burla, incluso a la inmisericorde.

Conceder al puro sentimiento religioso de los creyentes una protección penal reforzada y privilegiada conduce a consecuencias tan absurdas e irracionales como la religión misma. Tan absurdas como ésta a propósito de esto.

 

Qué penita y qué dolor (qué dolor, qué dolor).

 

viernes, 16 de marzo de 2012

Los idus de marzo. (Cualesquiera).

La intriga se sostiene con excelente ritmo y me habría gustado ver la obra de teatro en que está basada.

Habla de cómo el idealismo y la mezquindad combinan tan fácilmente, y de la fragilidad de la lealtad, que es la misma fragilidad de cualquier otra virtud.

Creo que es un error verla como una historia sobre la ambición política y las retorcidas prioridades que suele imponer. Me pareció más bien un entretenido cuento sobre humanos. Cualesquiera.


miércoles, 14 de marzo de 2012

Pesadillas

Cada profesión tendrá las suyas. Y hay una pesadilla, o varias, para cada momento de la vida. En mi juventud la pesadilla más recurrente tenía que ver con exámenes que había olvidado. La pesadilla de los abogados tiene que ver con juicios a los que por error no asistimos o plazos que dejamos pasar sin contestar o recurrir.

El otro día no tuve una pesadilla, la viví despierto. El cliente nos comunicó que el juicio se había celebrado sin nuestra asistencia. Sudor frío. Nada de agitación, sino momentánea parálisis y una palidez que podía percibir sin verla. La pesadilla duró lo que tardé en averiguar lo sucedido y en confirmar que el error no fue mío. Unas horas. 

Maldito estrés.

sábado, 10 de marzo de 2012

Mal día

He tenido que hacer de abogado.
La parte contraria me ha convencido pero mi deber profesional me impide reconocérselo.
He sido engañado por mi cliente pero he debido alegar a su favor con aparente convencimiento.
He tenido que hacer de abogado, que es a lo que llamo tener que defender algo sin buenas razones para hacerlo.
He tenido un mal día.